Yo me canso.

14.06.2017 11:25

Yo me canso de tener que despedirme constantemente de los míos, de los que me vieron crecer, con los que compartí momentos terribles y hermosos; historias divertidas y otras no tanto. Me canso de dejar ir a los que amo y sé que, por más que lo intentemos, esta será la última vez que estaremos todos juntos.

Hoy tengo partes de mí en Estados Unidos, Chile, Colombia, Argentina, México, Panamá, Italia, España… Tantos lugares que a veces me pregunto si siempre estuvieron ahí y su recuerdo es solo parte de mi imaginación. Trato de convencerme pensando que es algo pasajero y pronto volverán, pero cuando buscas un futuro no planeas mirar a tu pasado nuevamente.

Venezuela es el país que me ha visto convertirme en lo que soy, que abrió sus puertas a españoles, chinos, italianos, cubanos y colombianos para que impulsaran nuestra maquinaria y trajeran beneficios que ambos pudiéramos disfrutar. Mi país resulta ser cada día más hermoso y yo quisiera tener más dinero para poder recorrerlo completo.

Me siento maravillada con el clima montañoso de la Sierra de Perijá, con la frialdad deliciosa de Mérida, con las playas cristalinas de Falcón y con el calor (a veces incendiario) de mi natal Maracaibo. Quisiera contarles de las minas de Bolívar y la espesa selva del Amazonas, pero mis anhelos no se han trasladado jamás. No he salido nunca de mi país, ¿para qué hacerlo sin haber recorrido cada esquina? Qué vergüenza sería llegar a un país en el que me preguntaran qué es lo más hermoso de mi tierra y solo responder desde mi corta experiencia.

La dictadura, el régimen, el gobierno (como quieran ustedes decirle) me ha privado de conocer a dos de mis primos, cuyo amor fue concebido aquí y floreció en Estados Unidos, tierra de eterna migración. Me ha privado de sus caricias, sus besos babeados, sus palabras escondidas, sus ‘‘accidentes’’ en la ropa o sus caídas dando primeros pasos. Me quitó la probabilidad de hacerles decir mi nombre después de dos horas repitiéndolo incansablemente.

Ahora se lleva a mi sobrino, hijo de la prima que es más que mi hermana y amiga. Su esposo lleva 6 meses mandando besos desde un teléfono, esperando con ansias el día en el que pueda dárselos personalmente en el aeropuerto de Chile. Mi niño dice ‘‘papi’’ a una figura borrosa que aparece cuando tocas el botón de ‘‘videollamada’’ en el Whatsapp. Aprendió a ver videos en Youtube antes de escribir y a llamar por teléfono antes de leer. Cuando le pregunto dónde está papi, solo escucho ‘‘papishile’’ entre una mirada de anhelo y una cara de desconcierto. ¿Por qué su papá no está sentado en el suelo con él jugando con los carritos que destroza semanales? ¿Por qué mi prima accedió a dejar a mi tía sin una de sus dos razones para vivir? Porque este país no alberga nada bueno para él… y yo debo entenderlo y vivir con eso.

Mi novio, mi flamante futuro esposo, ha vivido con el pesar de no ver a su sobrina cumplir su primer año de edad, perderse la vez que se aferró a una silla para dar dos pasos, la primera vez que dijo ‘‘mamá’’ y el día en el que se arrancó el moño de la cabeza porque tenía calor. Ha tenido que ver a su sobrino preguntándose por qué su mamá lo dejó aquí, ¿acaso no lo quiere? ¿Acaso él no es suficiente para ella? ¿Por qué su hermana sí y él no? Porque no había opción, cariño. Tu mamá tenía que abrirse camino y tu hermana tenía solo 4 meses. Tú podías quedarte con nosotros y recibir todo nuestro amor, pero ella necesitaba estar con ella. Intenten explicarle eso a un niño que acababa de cumplir 6 años.

Todos los días vivo pequeñas despedidas en la calle, en la gente, miradas de dolor, chismes en los buses como ‘‘¿sabes que Martha se fue a Colombia con el marido?’’, ‘‘¿escuchaste que Mario se fue a Miami sin avisarle a nadie?’’ o el típico ‘‘mi prima se fue a Ecuador hace dos meses y ya tiene casa y carro’’. ¿Qué nos pasó?

Me quedo sola todos los días, quedo huérfana de tíos, primos, hermanos, amigos, personas que creí que estarían a mi lado siempre. De pequeña soñaba con tener una amistad tan larga como la que tiene mi mamá con sus dos mejores amigas (mis tías) de más de 20 años. ¿Qué amistad hoy puede durar eso si no sabes si la volverás a ver o si tendrás internet para hablar con ella por Skype?

Me quemé las pestañas 4 años para obtener un título que, aunque pueda ejercerlo, no me dará la libertad para informar lo que está pasando en mi tierra. Vi con dolor a mis compañeros que un jueves recibieron su título conmigo irse a la capital a apostillar un martes e irse del país el lunes siguiente. Venezuela dejó de ser el mayor país exportador de petróleo para ser el mayor exportador de cerebros. Un médico internista, un cirujano, un pediatra, un ginecólogo; una abogada, una socióloga, una periodista, un contador… todos ellos se van buscando ejercer la profesión a la que han dedicado su vida y no hay argumento válido que podamos usar para detenerlos. Poco a poco nos quedamos solos con el tirano que terminará gobernando un desierto petrolero.