Querido Señor D.
Le escribo en ocasión de disculparme con usted por mi largo ausentismo. Honestamente, no creí que mi última carta haya sido hace más de 4 años.
Me complace contarle que sigo viva, que mi misión en este mundo aún no está completa y que mis metas se reproducen con una gracia excepcional. No cumplo algo cuando ya estoy pensando en cuándo cumpliré lo otro y así sucesivamente. Lastimosamente, aún no sé cocinar, pero es algo que no me quita el sueño.
Mis deseos suicidas mermaron desde nuestra última reunión, mis padres se interesaron más por mis historias, no me he metido en ningún problema (hasta donde sé) y he estado en cuanta actividad cultural mi tiempo me permita. ¿Sabe? Mi único adversario se ha vuelto el Padre Tiempo. A veces creo que ese hombre tiene algo en mi contra porque o me pone a dar carreras o me hace quedar mal. Hemos conversado un poco acerca de eso y ha tenido ciertas concesiones conmigo, pero no son tantas como para mantenerme en calma.
No sé nada de Edgar, ni de Cristian, ni de José D., ni de David, ni de Adrian, ni de Nelson, ni de ninguno de aquellos personajes que tanto le comentaba. He sabido ciertas cosas sobre Miguel, pero nada como para dedicarle más de un párrafo. Usted jamás supo de Oscar porque, para ese tiempo, su presencia me distrajo tanto que no me dediqué a mantenerlo al tanto. No se preocupe, estimado lector, que no se perdió de nada importante.
¿Recuerda cuánto le hablaba sobre Miguel y mi amor incorrespondido? Pues, permítame decirle, que eso ya es asunto olvidado. Hace casi 8 meses que decidí ponerme por encima de cualquier otro interés y, como los grandes escritores, me despedí de él en un célebre cuento corto que pocas personas han leído. Tal vez sea lo más elocuente que tenga en mi haber, pero no es algo que considere deba ser publicado o divulgado.
Hace dos años comencé a estudiar comunicación social en el Horance y me place contarle que estoy a 14 materias del final de la mencionada carrera. Además, también comencé, unos meses después, a estudiar letras en el Elite y puedo asegurar, sin temor a equivocarme, que me he encontrado a mí misma. ¿Se ha puesto a pensar en cuánto tiempo perdemos tratando de complacer a los demás? Pasé tanto tiempo tratando de que me aplaudieran por hacer lo que los demás querían que no me dediqué a buscar qué era lo que YO quería. Gracias a Dios, el sistema universitario dio en el clavo con mi verdadera vocación.
Revisando un lote de cartas dirigidas a usted, me di cuenta de una constante: siempre busqué algún tipo de atención. Quería que me notaran, que me aplaudieran, que me llamaran y, ahora que lo tengo, no sé qué hacer con ello. Katherine, Jose Luis y Clara me dan todo eso… ¡Pero qué cabeza la mía! Disculpe, señor D., pero no le he dicho quiénes son estos tres personajes.
Encontré a Katherine en dos materias que ella veía en el turno vespertino en el Horance. Su horario acostumbrado era el matutino, pero ya sabe cuánto cuesta poder inscribirse en él. Por una cosa y otra, terminamos en un grupo de trabajo con Abrahnis (que ahora me hará la madrina de su hija) y lo demás es historia. Abrahnis también se robó mi corazón y ahora me tiene pendiente de su no-tan-prominente vientre en la espera de Ashley.
Clara estudia segundo semestre de letras en el Elite y nos chocamos entre la muchedumbre por razones que aún no sabemos descifrar. Ahora ambas estamos tan pegadas que hasta morochas parecemos, pero morochas reales, señor D. Nuestra complexión y rasgos son parecidos, no como las otras ‘‘morochas’’ que decía tener.
Y Jose Luis… ¿me permite suspirar mientras le cuento? Sé que su respuesta será afirmativa y, si no lo es, mis disculpas por el incumplimiento. También me lo choqué en la misma muchedumbre que a Clara, pero el individuo en cuestión tocó una fibra sensible en mi órgano palpitante y se instaló en mi bulbo raquídeo con impresionante rapidez. ¿No me expliqué? Lo siento, olvidaba lo prosaica que podía ser cuando se trataba de él. El chico de gorro y lentes capturó mi atención casi desde el primer día, pero fue un jueves de octubre cuando se robó mi corazón irremediablemente. Me complace decirle que se convirtió en mi pareja oficial, formal y aceptada desde hace 4 meses. Le sonará a poco, pero recuerde las concesiones dadas por el Padre Tiempo. Es todo lo que no sabía que quería, pero que realmente necesitaba.
Mi familia está muy bien. Mi padre tiene un mejor puesto en la universidad, mi madre atiende a cuanta alma necesitada haya por ahí y mi hermanito está presentado ciertas inclinaciones al área literaria, lo que nos ha dejado a todos con la parte posterior del cuerpo dentro del agua, es decir, anonadados.
Como comprenderá, no dispongo de mucho tiempo para actividades extracurriculares, pero he prestado servicio en el proceso de inscripción del Horance unas dos veces y en pequeñas actividades del Elite. A muchos les cuesta creer que pueda hacer todo eso (a mí incluida).
No tengo mucho más que contarle, estimado lector, así que agradezco nuevamente su atenta lectura y espero sepa premiarme con su respuesta uno de estos días. Recuerdo haberlo visto hace algunas primaveras deambulando entre los gastados estantes de una librería de la ciudad. No había cambiado nada a pesar de que la avanzada edad ya era evidente. Me disculpo una vez más por mi ausencia que raya en la desaparición y prometo tratar en lo posible de retomar el contacto con su ilustre persona. Mis mejores deseos.
Para el Señor Diario que yace oculto entre mis libros de grande