No trates de arreglarme. No estoy rota.

25.11.2013 19:48

El título de esta entrada es parte de una canción de Evanescence (Gracias, Mariagni).

 

            Poco a poco volvía a ser yo. Un poco más decaída, un poco descompuesta, pero yo al fin.

Quisiera comenzar disculpándome con todos los que me leen. No sé cuántos son, no sé quiénes son, pero sé que existen y eso es lo que importa.

¿Por qué me disculpo? Por desaparecer. Fui algo que detesto: una escritora que deja todo a medias y se pierde sin más.

No creo que deba mencionar el motivo de mi perdida, muchos ya deben conocerlo, pero lo diré igual, necesito escribirlo para asumir que es verdad: mis Jonas, mis amados y preciados Jonas, ya no están juntos.

Muchos se preguntarán por qué le doy tanta importancia o por qué me afectó tanto. La respuesta está tan dentro de mí que no puedo exponerla aunque puedo darles una idea.

Hace siete años me embarqué en este viaje. Sabía que no sería fácil. Sabía que tal vez acabaría demasiado pronto, pero no esperé que fuera así. En una entrevista de cinco minutos rompieron el corazón de millones. Por varias horas no podía sacarme del lugar en el que me había escondido. O tal vez sí podía, pero no quería. Necesitaba ese tiempo para mí, para evaluar los daños, para asumir que era cierto aunque no quisiera creerlo. El 30 de Octubre del 2013 a las 7:50am mi corazón se rompió y me sumí en una neblina que no me dejaba respirar.

La neblina me acompañó unos días y poco a poco se fue alejando de mí…pero el dolor seguía conmigo. Quería ser infantil. Quería llorar, tirar todo al piso y gritar. Y lo hice.

Me sentí devastada, sentí que los únicos, además de mis padres, que nunca me abandonarían se habían marchado y me habían dejado en el suelo hecha un ovillo mientras las lágrimas salían descontroladas de mis ojos. Amé el hecho de que mis amigos me dejaran ser todo lo infantil posible. Me dejaron comer helado, llorar en sus hombros, contar anécdotas, incluso les relaté con lujo de detalles mi travesía a la capital solo para verlos. Fueron los mejores.

Mi semestre en el Horance se me escapa lentamente de las manos, mientras que el Elite vuelve a tomar protagonismo. El miércoles vuelvo con ‘’las pilas puestas’’ dispuesta a amar este semestre con locura. Las materias que inscribí se ven prometedoras y no puedo esperar a ver mis primeras clases. No más ‘’nuevo ingreso’’ para mí.

He leído tantos libros como he podido. He visto tantas películas como… ¿a quién engaño? Iré al cine mañana por primera vez en más de un año. Me siento a veces como ratón de biblioteca.

He tenido pequeñas discusiones con respecto a mi tatuaje. Ya he comenzado a ahorrar y tengo una suma decente. Espero ‘’dar el paso’’ en Agosto del año que viene. Siento que, con él, comenzará un nuevo capítulo en mi vida.

He fumado unos pocos cigarrillos y sigo sin encontrarles la gracia. Mis amigos se alarmaron un poco pero, al explicarles mi ideología, me dieron la razón.

No he bebido porque no salgo a fiestas. Las salidas dejan de ser una opción cuando estás 16 horas diarias fuera de tu casa. Mi madre piensa que lo hago porque me gusta estar en la calle. La verdad es que, si pudiera, estaría más tiempo en la casa, aunque fuera solo para dormir.

Mis fines de semana son algo monótonos a veces. Los sábados voy a la piscina y, cada 15 días, a reunirme con las chicas del club… Ahí termina la magia. El domingo es el día de descanso más extraño. Lo que menos hacemos es descansar. Ese día se lava la ropa, se hace el almuerzo del lunes, se terminan (o, en mi caso, se hacen) las tareas asignadas y ya. Algo aburrido, lo sé, pero es el único día que estamos todos juntos como familia.

Estos días he aprendido que las notas no describirán jamás tu rendimiento en una materia. Un 12 tal vez comprenda más que un 20.

 

Vive. Ríe. Ama.

 

Se despide, La Jonatica Universitaria