Mi ''él''.
Él me amaba
Yo lo sabía
Incluso los seres de otros planetas ya debían haberse enterado…
¿Alguna vez mi amor por él iba a dejar de crecer?
Sentía que era como un charco formado por una constante gota: cada vez se ensancha más y más.
Cada vez era más difícil despedirme de él.
Quería despertar a su lado cada mañana
Quería verlo recibir el día con una taza de café igual que mi padre.
Ansiaba ver sus ojos en la noche luego de una pesadilla.
Quería con todas mis fuerzas tener la certeza de que llegaría a casa en la noche y se recostaría a mi lado.
Intimidad…
Amaba tener intimidad con él.
Me reía de mí misma por cada instante de mi vida en el que creí que intimidad era sexo.
¡Qué equivocada estaba!
Estar a solas con él era mi momento favorito del día.
A veces eran solo unos minutos, otras unas cuantas horas
Pero nunca tenían desperdicio.
¿Cómo pude pasar tanto tiempo repudiando este tipo de conexiones?
Seguía firme en mi postura de no necesitar a un hombre para ser feliz, pero nadie podía decirme que había mejor sentimiento en la vida que ese que cruzaba sus ojos cuando me miraba fijamente y me acariciaba el rostro.
Me sentía hermosa.
¡Por todos los cielos, me sentía indestructible!
Él solo me miraba y con ese simple gesto podía borrar de mi memoria cualquier mal recuerdo.
Le pedí que se quedara conmigo…
Quería que se quedara conmigo esta y todas las vidas que viviera.
A su lado me sentía plena. Nunca ‘‘completa’’, pero sí bien complementada.
Al principio había creído que seríamos como agua y aceite
Y resultamos ser agua y alcohol: diferentes, pero aún ligables.
Había memorizado todos sus gestos y los había dividido por categorías en mi ‘‘craneoteca’’.
Sabía cuándo ya no quería tocar un tema y cuándo moría por comenzar uno.
Sabía tanto y a la vez tan poco de todo lo que consideraba su existencia.
Era un enigma, un misterio, un acertijo que me era imperioso resolver
Y así me costara la vida lo haría.
¿Por qué no podía simplemente alejarme?
Antes había sido tan fácil desprenderme de cualquiera que se atreviera a perturbar mi soledad
Pero él… era él.
Llegó con su seguridad a destruir todas mis barreras y se apertrechó en el centro de todo, obligándome a verlo en cada ángulo.
¿Alguna vez había tenido elección?
¿Realmente yo lo había escogido o él me hizo creerlo?
Nuestra conexión había sido casi inmediata
¿Cómo prever eso?
Jamás estuve preparada para su golpe
Rompió la quietud de mi mundo…
Y solo pude decir que sí.
Le diría que sí a todo lo que me pidiera
¿Qué más podía hacer?
Seguía siendo yo, pero tenía una nueva luz.
Me sentía diferente
Me sentía mejor de lo que nunca había estado.
Podía salir y comerme al mundo (siempre pude), pero tenía alguien en quien podía apoyarme cuando todo saliera mal y con quien celebrar cuando saliera bien.
¿Qué hice para lograr que te cruzaras en mi camino?
¿Acaso la vez que alimenté a los gatos que vivían aquí antes de que llegara limpiaron mi record en el cielo?
¿O fue la vez que ayudé a la iguana a escapar?
Sea lo que sea, llegué… y no pienso irme.
Cada abrazo,
Cada beso,
Cada toque…
Todo es más intenso.
Tal vez la jornada nos ayuda a anhelar más el encuentro…
A fundirnos en abrazos interminables, deseando que nuestros huesos se fusionen y queden como uno solo por el resto de la eternidad.
Deseo más besos distraídos, esos que me das cuando crees que olvido tu presencia
Deseo más miradas cálidas, más sonrisas frescas, más besos esquimales* después de uno o dos intensos.
Te deseo a ti… en mi vida.
*Besos esquimales: se llaman así por los roces de narices que se dan los esquimales debido a las altas temperaturas en el polo.
Se despide, La Jonatica Enamorada