Me rindo, pero aquí sigo.

07.04.2016 15:26

Me rindo. Estoy cansada de tener que trasnocharme buscando comida y medicamentos.

Me rindo. Estoy cansada de llegar tarde a clase porque los buses decidieron no trabajar.

Me rindo. Estoy cansada de despertar sin saber qué voy a comer en la tarde.

Me rindo, pero de aquí no me muevo.

 

Desde hace meses estoy en un tratamiento para los quistes en los ovarios, tratamiento que, por mi corta edad, debe ser manejado con anticonceptivos. Tardé un mes en conseguir la primera caja. Me pidieron récipe médico como si fuera tratamiento oncológico y me dijeron que fuera el otro mes a buscar la siguiente caja (con el riesgo de que no tuvieran). Fui religiosamente a los 23 días (porque el ciclo dura 28, no 30 días) a buscar mi siguiente caja y quise apuñalar al que me atendió cuando me dijo que no había. Llamé a todas las farmacias que conocía y otra sucursal de esta dijo tenerla. Me dirigí hasta allá para vivir el mismo calvario, pero esta vez con un informe médico especificando la cantidad de meses que debía seguir el tratamiento. La respuesta fue la misma, pero esta vez me despojaron de mi récipe y me dijeron que no debía perder la factura porque era la única prueba de que yo había estado ahí. Querían quitarme el informe, pero vendiéndome igualmente una sola caja.

 

Pasaron nuevamente 23 días (porque suelo ir antes de terminar los 28 por medidas de seguridad) y la respuesta fue igual a la de la otra sucursal: no había. Una caja de pastillas me costaba 275bsF, pero era revendida en el mercado en 1000bsF. Un precio exorbitante en primera instancia, pero sería ese el más buscado meses después. Un conocido de mi padre trabajaba en una cadena de farmacias y le ofreció la misma caja pero genérica en 1000bsF, pero en presentación de dos meses. Sin pensarlo mucho, aceptamos. Dos meses de tranquilidad.

 

Tuve que pedir otro récipe médico a mi doctora porque ninguna otra sucursal de la misma cadena aceptaba la dichosa factura. Un día llamé a la que me había vendido la primera caja y fui con mi informe y mi récipe a cuestas esperando un milagro… que ocurrió. Obtuve ese día las cajas que completaban el tiempo estimado de tratamiento.

 

Mi miedo provenía de unos rumores que corrían entre pacientes con mi diagnóstico que decía que, luego de abandonar el tratamiento antes de la disolución completa de los quistes, estos se reproducían casi al doble de su número inicial. El pavor incontrolable de mi madre y mío nos hizo pagar en dos oportunidades el precio del llamado ‘‘mercado negro’’, en el que ya no solo se trafican órganos como en otros países, si no también medicamentos, pañales, productos de primera necesidad, carros, entre muchos otros.

 

Como mujer con pareja estable, era un alivio, pero, como mujer que pensaba en una posible reproducción de quistes, era un terror inexplicable el día de la apertura de una nueva caja. No hay día que pase en el que no piense qué haré si abro la última. Una de mis amigas también toma el mismo medicamento, pero por razones menos peligrosas y se había enfrascado en la idea de que yo era una mala persona por no aceptar venderle o cambiarle una de mis preciadas cajas de reserva.

 

Como todo ‘‘mercado negro’’ en la vida, existen páginas en internet para su comercio, pero con nombres nada discretos (‘‘Compra y venta de anticonceptivos, zona sur-oeste’’, ‘‘Cambio, compra y venta de anticonceptivos a precios justos’’ *que de justos no tienen nada*), lo que nos hace creer que ya es algo cotidiano y que muy pocas personas seguimos adquiriendo estos medicamentos de su dispensario habitual. Es doloroso ver a mujeres en la eterna búsqueda de hormonas o anticonceptivos con fin médico cambiando pañales y leche completa para poder adquirirlos ya que realmente los necesitan; pero, incluso peor que eso, es leer los precios más que exorbitantes y exagerados en los que son vendidos. La marca genérica que tomo ahora cuesta 175bsF en las farmacias (el equivalente a dos empanadas pequeñas) y son vendidas a 3500bsF sin modestia alguna.

 

Toda esta comparación solo me lleva a una interrogante: ¿siguen creyendo todos que el problema es el gobierno o ya se dieron cuenta de que es la gente? El gobierno no es el que está en estas páginas jugando con la necesidad de muchas. El gobierno no es el que exige productos que no se consiguen fácilmente para ‘‘hacer cambio’’ por medicinas. El gobierno no es el que sextuplica o hectuplica el precio de estos medicamentos cuando ve la insistencia de su posible comprador.

 

He ganado una cantidad inmensurable de comentarios negativos hacia mi falta de ‘‘malicia’’ por vender un producto a menos de la mitad de lo que me costó. Sí, yo hice una cola para comprarlo. Sí, yo invertí tiempo y dinero. Sí, todo lo que quieran, pero hay gente que invierte cada minuto del día buscándolo y no por eso debo aprovecharme.

 

Estoy a 3 cajas de decidir abandonar el tratamiento por completo sin importarme las posibles repercusiones que esto tenga en mí. Estoy cansada de sacar cuentas mil veces y vender cosas en precios excesivamente bajos para obtener rápido el dinero. Quiero pasar una noche de tranquilidad sin estar metida en páginas viendo si la persona cambia por algo que yo, milagrosamente, tenga en mi poder.

 

El gobierno es solo un gobierno más, una reunión de corruptos que hemos visto pasar como un desfile, la unión de muchas fuerzas, el comienzo de la destrucción o como quieran llamarlo… pero son solo personas que manejan el país. NOSOTROS somos los que vivimos en ese país. Somos los que nos levantamos todos los días a las 5am para llegar a las 7am a clase y otros a las 8am al trabajo. Somos los que besamos a nuestros niños en la frente cuando se van al colegio y les abrimos infinitamente los brazos cuando regresan. Nosotros somos los que nos estamos destruyendo, los que estamos quedando como muertos de hambre frente al mundo, los que perdemos los valores, los que dejamos que el mundo nos pisotee cuando quiera… Somos nosotros los que debemos cambiar. Ellos son un gobierno más y ya. Algún día se irán y nosotros (los que quedemos) seguiremos aquí, recogiendo los escombros de lo que una vez fue Venezuela.

 

Se despide dolorosamente, La Jonatica Universitaria