Dos semanas.
Hace dos semanas tomé la primera decisión 100% permanente de mi vida: un tatuaje.
Mamá no me habló por cerca de 4 horas, decía que no podía ni siquiera mirarme a la cara sin querer arrancármelo, por lo que tomé previsiones y la dejé sola. Estaba tan cansada que dormí esas mismas 4 horas.
Me dijeron hasta el cansancio el dolor que conlleva este tipo de arte, pero decidí ser yo la que dictaminará la realidad de tal acusación. Estuve en lo correcto y no dolió tanto como yo pensaba, aunque todos los que esperaban su turno dijeran que yo era ‘‘una dura’’ por el hecho de haberme tatuado en uno de los lugares más dolorosos del cuerpo sin llorar ni arrugar la cara.
Muchos dijeron que por mi grasa no dolería tanto. Irónicamente, fueron los dos trazos ‘‘en el aire’’ (sobre la grasa en lugar de sobre los músculos y el hueso) los que me hicieron sacar a la progenitora de mi tatuador a dar un paseo por la vereda.
Los días siguientes fueron algo divertidos. Exageré en gran medida los cuidados necesarios y mantenía un espacio a mi alrededor en los autobuses para que nadie pudiera, por error, tocar mi recién hecho tatuaje y lastimarme. En casa me aplicaba el ungüento recomendado y revisada la zona cada hora, me preparé dos días antes para dormir de lado, pero después del 4to día ya podía dormir como quisiera.
El semestre en el Horance ya había terminado, así que trabajé como colaboradora en el proceso de inscripción nuevamente. Había asumido el reto de ver 4 materias a distancia y debía admitir que me preocupaba un poco. Le había asegurado a mamá que me graduaría sin ver ni una materia a distancia, pero ella siempre supo que el tiempo sería mi peor enemigo. Con una materia de noche y una de dos horitas en la tarde, este semestre sería el primero en el que vería una práctica profesional. Después de días convenciendo a la profesora, me aprobó comenzar la práctica de radio en agosto (fuera del período académico) en la emisora que había escogido desde hacía varios meses.
Ayer mismo comencé. Desde el primer momento la voz de esta humilde servidora salió al aire y, debo admitir, que nunca pensé sentirme tan nerviosa. Creí que me desmayaría antes de que terminara el programa.
Hoy fue más que todo un paseo. Me sentía más cómoda y no podía creer que realmente era mi segundo día. Escucharme por los parlantes dentro de la cabina me hacía ruborizarme con una velocidad increíble, pero era el repiqueteo irregular de mi corazón lo que me mantenía 100% alerta. Llegué a ser mucho más de lo que me había imaginado. Tal vez la radio sí pudiera ser lo mío.
El Elite había comenzado, pero no, pero sí, pero no, pero sí. De nuevo estábamos teniendo paros programados y el comienzo del verano ya estaba en puerta. Como yo había decidido dedicarme a las prácticas y a actualizar mis listas de lectura, no me había inscrito, así que no me preocupaba realmente.
El semestre en el Centro Comunitario de Aprendizaje (CCA) también había culminado, lo que me aliviaba pero me entristecía a la vez. Varios de mis estudiantes se habían ganado mi corazón y la incertidumbre de si los vería el semestre siguiente o no me destrozaba el alma.
Pensaba buscar un trabajo de medio tiempo para ganar un poco de dinero, pero completar la primera (de muchas) lista de lectura era mi prioridad. Al fin había terminado un libro que mi novio me había prestado hacía más de dos meses.
Moría por saber qué me depararía este semestre, aunque sabía que mi tiempo en la emisora sería más que gratificante.
Se despide, La Jonatica Locutora