Diferente.
Sabía que no era igual a nadie más. Sabía que, al arriesgarme, tal vez tendría que entregarle un manual para que pudiera entender cómo funcionaba mi razonamiento. Debía ser paciente con él para que él fuera paciente conmigo.
No hablaré de los 5 exámenes de esta semana, ni de la exposición importante ni de mis notas finales… Hablaré de aquello a lo que le temo: compromiso y vulnerabilidad.
No sé por qué no me di cuenta de que había cierta tensión entre nosotros, nunca detallé la relación que estábamos llevando hasta que llegó a su punto crítico: el día que me besó.
La idea jamás había cruzado por mi mente. Él era parte de mi grupo y lo veía casi a diario, su nombre, a pesar de ser común, se me escapaba ocasionalmente de los labios dejando la oración a ‘’mitad de camino’’. Era algo muy extraño, tenía una buena memoria dependiendo el día, pero siempre que estaba con él me fallaba.
Ese día no debía estar en el Horance, era mi día libre y solo había ido a recuperar horas de una materia por problemas personales que tuvo la profesora. Aproveché y me inscribí en un curso de Lengua de Señas Venezolana (LSV), renunciando así, por todo el semestre, a ese preciado día sin responsabilidades.
La tarde caía y yo esperaba que José David se encontrara con cierta persona para poder irnos, al vivir cerca, eran muchas las tardes que uno esperaba al otro para emprender el camino de casi media hora en autobús.
Él salió de uno de los salones junto con varios de mi grupo y se sentó a mi lado, como ya se había vuelto costumbre. Extrañamente, lo demás se alejaron, dejándonos en una pequeña burbuja aislada.
Los acercamientos siguieron por ambas partes hasta que sentí que me tomaba del brazo…había perdido cualquier autonomía sobre mi cuerpo y no podría huir del contacto inminente aunque quisiera.
Y me besó… Me besó como solo había visto en novelas, con la entrega que solo conocía de los libros y con las emociones que solo escuchaba de boca de otros. El corazón me latía a mil por hora y descargas eléctricas corrían buscando una salida y fallando en el intento. Sin darme cuenta, ya me había enganchado con el dueño de aquellos labios.
El fin de semana no ayudó mucho, mis amigas más cercanas querían saberlo todo sobre él y yo aún no salía del estado de shock, ¿acaso eso había sido real? Tendría que esperar al lunes solo para ver qué haría.
Mi grupo compartía el almuerzo en dos mesas del cafetín y él no había llegado. Me senté y degusté lo que traía sin poder controlar mi nerviosismo, ¿volveríamos a los juegos de antes? ¿Haríamos ‘’borrón y cuenta nueva’’? No tenía ni idea y estaba comenzando a inquietarme.
Lo vi entrar y el corazón me bajó al estómago, las mejillas me ardían como brazas encendidas y las manos no dejaban de temblar. ¡Me sonrió! Bajé la cabeza tratando de ocultar mi sonrojo, pero, de nuevo, fallé en el intento. Se acercó a mí y rozó sus labios con los míos, nadie lo notó, fue un ‘’momento burbuja’’ en medio del bullicio.
Un rato después, se acercó nuevamente a mí para, como ya era costumbre, regalarme unos sorbos de su bebida que era de mis favoritas. Al dármela sentí la necesidad de agradecérselo y Joseangel casi cayó desmayado al ver nuestros labios rozarse… Una imagen vale más que mil palabras.
La semana casi llegaba a su fin y las preguntas de son o no novios no faltaban. La respuesta era la misma: no todavía. Pero la pregunta del millón prevalecía: ¿lo seríamos?
Mi cuerpo reaccionó a la incertidumbre antes de que mi mente fuera consciente del razonamiento que hacía. Las piernas volvían a temblarme y comenzaba a hiperventilar, ¿me atrevería a tener novio? ¿Confiaría en alguien? ¿Sería capaz de dejar de lado mi inseguridad?
Y, de repente, el día llegó. Ese lunes pasaría, era algo que teníamos varios días hablando y que tendría su inicio o termino en ese mismo momento. El debate interno comenzó cuando entró al comedor.
Quería huir, quería perderme del mundo, quería correr y correr hasta desmayarme. Mi mente inventaba nuevas vías de escape pero no elaboraba un plan para quedarme plantada donde estaba, aunque mi cuerpo decidió esperar. Sentí como eran desconectadas las poleas y los engranes, estaba en modo ‘’ahorro de energía’’, lo que significaba que, si daba un paso, gastaría todas las reservas que me quedaban y no podría moverme hasta el reinicio.
Me miró, lo miré, nos miramos y nos miraron, todo en menos de diez segundos. Mi estómago se contraía y se estiraba probando mi capacidad de quedarme quieta o de salir huyendo si quería, pero, de nuevo, solo esperé.
Poco después me giré y lo besé, había hablado con Shal en inglés tratando de calmarme y mi cabeza ya no daba para más…así que seguí mi corazón. Nos miramos y salimos del lugar donde vendían comida para hablar. El momento había llegado, por favor, no te desmayes.
La pregunta se escapó tímida de sus labios y mi corazón volvió a su ritmo demencial. Respiré profundo y lo siguiente fue una explosión, las palabras corrían y se trepaban por mi garganta buscando salir y se atropellaban unas a otras. Era mi forma de explicarle que no era una persona normal, que tenía problemas para relacionarme de esa forma con otros, que era insegura, que tal vez lo volvería loco y yo me molestaría por hacerlo perder su tiempo, que no le pondría apodos tontos y lo pasearía por todos lados… Pero, a pesar de eso, sí aceptaba, estaría confiando en que podría tener en él un amigo, novio, confidente, protector, todo junto, y que sabría apreciarlo. Aceptando, me comprometería a hacerlo sonreír todos los días y disfrutar cada momento que tuviéramos juntos ya que no sería mucho. Respiré hondo y acepté, besándolo como solo él y yo sabíamos, sin público, solo él y yo.
Caminamos de regreso al comedor y mi…novio…me tomó de la mano. Mi estómago ya no se retorcía, ahora me daba cosquillas, era como si alguien pasara una pluma por los bordes. Mi sonrisa amenazaba a mis pómulos y la de él, estaba casi segura, ya había comenzado a rompérselos. Algunos jadearon estupefactos, otros sonrieron cómplices y uno que otro nos felicitó, la extrovertida Jonatica al fin se atrevía a tener novio, ¿qué tal?
Muchos se preguntarán por qué ese ‘’al fin’’ y ‘’atrevía’’ si, se supone, que William y yo ‘’terminamos’’ este año… La verdad es que nunca fuimos novios.
Estuvimos saliendo por un año y ninguno se atrevió a dar el paso.
Mis inseguridades vienen de hace mucho tiempo atrás, de aquella época borrosa que muchas llaman ‘’secundaria’’, en la que experimentaban y tenían novio nuevo cada semana. Mi primer novio resultó quererme solo frente a todos, pero no cuando estábamos solos. Básicamente, nunca he tenido una relación estable y, medianamente, normal con alguien. Espero demasiado de las personas y, cuando el asunto no puede darse, siento que es mi culpa.
No suelo contestar llamadas, no me gusta hablar muchas veces al día con esa persona, no soy como las que se visten ‘’especialmente’’ para que él las halague, no acostumbro llevar zapatos altos y el maquillaje no es mi mejor amigo… No soy exactamente lo que se consideraría ideal, por eso nunca creo cuando me dicen que les gusto. El hecho de confiar en una persona u otra no es tan sencillo para mí, puedo tener muchos conocidos pero muy pocos amigos y novios menos que menos.
‘’Aceptamos el amor que creemos merecer’’ – Las ventajas de ser invisible de Stephen Chbosky.
Acepto comentarios.
Se despide, La Jonatica Universitaria