Cambios y más cambios...¿para bien?

30.10.2018 13:03

Cuando comencé este blog imaginé un futuro muy diferente al que viví. Pensé que mi paso por la universidad (ambas) se haría sin pena ni gloria, que terminaría dejando alguna o que no tendría éxito en mi favorita. Gracias a Dios me equivoqué.

Terminé amando mi carrera de comunicación y deseando ejercerla en algún momento en otro país ya que en el mío es prácticamente imposible sin comprometer mi integridad u honestidad. Me enamoré del diarismo y deseé no tener ningún compromiso con el mundo exterior para poder dedicarme en pleno a él…pero tuve que poner mis prioridades en orden y dejarlo de lado (¿por ahora?).

Letras sigue siendo mi primer amor, la razón de mis desvelos y el latir de mi corazón, por eso me duele tener que dejarla cuando más enamorada estoy. Mi país, lastimosamente, ya no me brinda la posibilidad de consagrarle mi vida a ella  por lo que debo alejarme de ambos. Con la mano en el corazón, me prometí a mí misma terminarla en esta o en otras fronteras aunque siguiera el legado de mi padre y tardara más de veinte años en hacerlo.

Hace casi un año exactamente me aventuré al siguiente grado académico: una maestría. Deduje que mi amor por la lingüística y la enseñanza iba más allá de un pregrado y no me equivoqué. En este año he sentido en carne propia lo que significa irte por la rama que te enloquece aún cuando nadie (y con esto quiero decir NADIE) a tu alrededor te apoye en primera instancia. Mis padres y esposo, al ver que mi determinación era imparable, aceptaron su error y ahora son quienes más me alientan. Debo agradecerle a Donaldo, mi maestro, por llevarme de la mano en este viaje que ha sido nada más que encantador. Sin ti, no hubiese llegado tan lejos. Gracias por halarme las orejas cuando hace falta y felicitarme de corazón cuando me lo he ganado. Eres mucho más que un profesor para mí. ¡Tienes que ser mi tutor de tesis, ya dije!

Mi esposo… ¡cuánto quisiera poder transcribir un suspiro! Nunca me he ganado la lotería, ni siquiera una de las rifas que hacían en el colegio cuando un compañerito cumplía años, pero siento que todo eso fue recompensado cuando llegaste a mi vida. Recuerdo la necesidad irrefrenable de escribir que me invadía cada vez que llegaba a casa después de una tarde contigo. Esperé que la emoción desapareciera con el tiempo, que ya no sintiera que la piel se me eriza justo donde la tocas o que el corazón no se me fuera a salir en esos eternos segundos que espero que tus labios se unan con los míos, pero, para mi sorpresa, después de aquel ‘‘sí’’ solo se han incrementado.

Nunca quise casarme con nadie, pero ese 20 de junio de 2015, cuando fuimos a la boda de Emmanuel y Rosa, me pregunté ‘‘¿y si fuera con él? ¿Me atrevería?’’ ¡Dios santo, tres meses atrás había cumplido 19! Pensé que me había vuelto loca y era solo efecto de la fiesta, pero lo que supe luego fue que tú también lo pensaste y dos meses después, tomando mi mano con fuerza y temblando como nunca me lo preguntaste por primera vez. Dije que sí… Siempre ha sido SÍ.

Pasaron los meses y hasta mis papás me dijeron que nos veíamos muchos más serios. Comenzamos a planear viajes (que aún nos debemos), salidas, visitas a familiares y poco a poco dibujamos un futuro que casi podemos tocar hoy. Me contaste tu preocupación por tener hijos sin saber qué hacer y yo la mía por no ser buena madre… Al menos Athenea no ha salido tan mala. No aprendió a hacer sus necesidades en periódico, pero al menos sabía dónde hacerlas. Ahora que tiene un gran patio es que está toda descontrolada.

En medio de muchas cosas, cumplí 21 y me gradué de comunicación. Tu cara de orgullo al verme de toga y birrete aún hace aletear mi corazón. Respetando la tradición familiar, te excluí de la foto grupal con el oscuro secreto de nuestro compromiso privado danzando frente a mí. No dijiste nada y yo tampoco.

El 24 de junio de 2017 entraste por la puerta con tu mejor vestimenta y una taquicardia que se hacía evidente en tu yugular. Algo me dice que mis papás sospecharon tus intenciones desde que llegaste, pero se las guardaron hasta que dijiste ‘‘vengo a hablar con ustedes’’. En 2 años y 6 meses juntos habías hablado con ellos en total libertad, pero ese día de casualidad recordabas tu apellido. Debo admitir que me reí encima de todo el nerviosismo que tenía.

Cuando creí que el asunto estaba sellado, decidiste cumplir mi deseo y te arrodillaste bañado en lágrimas… Gracias a Dios mi hermano grabó un video porque mis imparables lágrimas no captaron la reacción de los otros 3 en la habitación. Siempre ha sido SÍ.

Después todo fue una locura. Una planeación ajena a mí me hizo decidir no celebrar nuestra unión como hubiese querido, para arrepentirme un mes después y buscar otros cómplices. Tal vez algunas decisiones pudieron haberse hecho mejor, pero honestamente creo que fue la forma correcta de hacerlo.

El vestido de mi madre jamás pasó por mi mente ya que en mi familia no existió jamás esa tradición como en otras, pero cuando ella misma lo propuso no lo dudé ni un instante. Expliqué lo mejor posible los arreglos que quería y cuando me lo puse un ‘Wow’ salió de toda mi ‘corte’ y de ti, madre. Me recibiste en tus brazos con lágrimas desbordantes por algo que, según tú, carecía de relevancia. ¡Que mentirosa eres! Pocas veces me he sentido más hermosa que en ese momento.

Mil tropiezos y medio después, el 16 de septiembre (guardé hasta ese momento el secreto de que estratégicamente había escogido el día del cumpleaños de Nick Jonas) caminé hacia mi nuevo esposo con esperanzas y sueños derramándose a toda prisa por mis ojos mientras observaba cómo los tuyos también mojaban tu pañuelo. Si hacía frío o calor o si estaba tu prima o mi tía, no recuerdo. Jamás había experimentado una ‘’sensación túnel’’ como esa antes. Solo era consciente de mi hermano entregándome a mi padre y de él llevándome hasta ti. Creí que te amaba en ese momento, pero poco después mi historia cambió.

No amas a alguien hasta que lo ves llegar del trabajo cansado, hasta que lo miras un segundo y sabes en qué piensa; hasta que lo ves hacer todos los días la misma rutina y aún así la sigues encontrando fascinante. No te amaba hasta que te vi comerte mi arroz con frijol sabiendo que le faltaban condimentos o el día que me dio aquel malestar tan horrendo que no podía levantarme ni para ir al baño y me atendiste cual enfermero. No te amaba hasta que te vi consolarme después de que mis pesadillas me atormentaran de nuevo. Como mi novio te amaba un montón, pero como mi esposo te adoro, te admiro, te aprecio, te valoro y te necesito.

Siempre creí que necesitar a alguien estaba mal, que depender emocionalmente te destruye por dentro y te ata irremediablemente a él, pero una vez más me equivoqué (es una sensación recurrente desde que estoy contigo). Te necesito porque conviertes mis días grises en arcoíris, porque me sacas una sonrisa cuando estoy llena de preocupaciones, pero sobre todo, te necesito porque, al final del día, solo quiero contarte a ti cómo me fue. Dicen que hogar es donde tu corazón está, pero yo creo que, más que eso, hogar es el lugar al que siempre quieres llegar.

Nuestro primer año no fue para nada como nos lo pintaron. Unos dijeron que iba a ser terrible, otros que sería como una ‘luna de miel’, pero fue como una mezcla óptima de ambos. En este año aprendí cuáles temas no te gusta tocar, qué tanta pimienta le echas a la comida, cuántas veces puedes comer lo mismo sin volverte loco y cuántas veces debo lavar en ‘chaca chaca’ y hacerlo mal para que lo hagas tú. También aprendiste de mí hasta donde estoy dispuesta a llegar para socorrer a un amigo, cuántos perros puedo decir ‘’¿nos lo podemos llevar?’’ en menos de un día o lo mucho que genuinamente extraño los amigos y primos con los que crecí. Lo hicimos lo mejor que supimos y puedo decir con toda la certeza de que lo superamos con creces.

Ahora, por cuestiones ajenas a nosotros y públicas a nivel mundial, somos una estadística más de las familias que tuvieron que separarse para buscar un futuro mejor. Sé que es lo correcto, pero no puedo evitar extrañarte cuando las luces se apagan y no hay quien me diga que deje de hablar y me duerma.

Además de mi matrimonio, hay muchas cosas que nunca escribí aquí por la creencia de mi madre de que usarían la información en mi contra (o para secuestrarme):

Hace como 3 años, dada mi fanaticada hacia Crepúsculo, decidí concursar para ser Beta (correctora) de las escritoras que hacen FanFics. Gané el concurso y, por cosas del destino, me asignaron a una tímida chica argentina que se iba iniciando en ese mundo. Al principio, Anbel (pseudónimo) fue muy reticente conmigo. Al igual que la creencia de mi madre, ella no quería compartir información personal o algo que me diera indicios de su nombre real. Le conté de mí y de mi amor a la corrección de textos además de a las historias relacionadas con Crepúsculo y un día intercambiamos números telefónicos. Hoy puedo decir que mi hermosa Analía es uno de esos farolitos de luz a distancia que me alegran la vida. No nos hemos visto nunca en persona, pero ella dice que se pondría a llorar en pleno aeropuerto el día que yo la visite. Debo admitir que adoro tenerla y es casi como una hermana a control remoto. Quererla se queda corto.

Otro farolito es Elvia, una casi tocaya que vive en México. Nos conocimos por internet hace como mil años a través de los Jonas y después le gustó Crepúsculo y otras cosas así que se podría decir que tenemos media vida en común, excepto con Queen. Ella está obsesionada y yo solo me sé las canciones más comerciales. Está súper interesada en cosas venezolanas como la comida y la situación política, así que me ha tenido pasando recetas e informes periódicos. Es muy ocurrente y siento que nos parecemos un ‘buen’. La adoro y espero con ansias las vacaciones en su casa que nos prometió a Jose Luis y a mí. ¡Para la segunda temporada de Luis Miguel ponte las pilas! Terminé de verla yo sola y tú ibas como por el tercer capítulo.

En julio de 2016 cumplí un sueño que se creó en las aulas de la escuela de letras: conocer la etnia indígena Yukpa. Fui con mi mejor amiga y su grupo y creo que fue más que evidente mi necesidad académica de conocer su estructura social, jerárquica, costumbres y creencias. Me obnubiló la capacidad de abrir sus corazones a extranjeros (watías), su fe en Kümoko (su dios) y la conexión que tienen con la naturaleza. Desde ese día quedé enamorada de los paisajes que ofrece mi hermosa Sierra de Perijá y la calidad de personas que en ella habitan.

En marzo de 2017, en mi tercer viaje, me uní a una maravillosa fundación llamada Corazón Yukpa. En ella conocí a gente como yo: estudiantes, profesionales y trabajadores de distintas áreas, quienes disfrutan haciendo sonreír a los demás y llevando alegría a todos los rincones de nuestro país. De ahí salieron conocidos que luego se volvieron amigos y hoy son hermanos. Les agradezco su cariño y su preocupación cuando mi pobre sistema inmune quiso dárselas de gracioso. No cambiaría nada de lo vivido con ustedes. A los que se fueron, éxitos y a quienes quedamos, mucha fuerza y fortaleza.

Hace unos días fue mi sexto viaje y el tercero a la comunidad que me abrió las puertas. Su gente es tan desprendida y tan relajada, por decirlo de alguna forma, que agradezco profundamente haberme dado cuenta de lo pobre que soy. Soy pobre porque dependo de un teléfono para comunicarme con alguien cuando ellos caminan dos horas solo para preguntar si Fulanito ya llegó; porque dependo de un reloj para saber la hora cuando ellos, con solo mirar hacia arriba, saben decir con exactitud que faltan 10 para las 12 del mediodía; soy pobre porque necesito juegos en el teléfono para distraerme cuando los niños hacen muñecos de barro y se entretienen corriendo detrás de los perros. Hay tanta riqueza entre esas montañas que nuestro sucio dinero solo los perjudica.

Ahora estoy en sintonía con lo que quiero y hacia dónde voy. Creo que estoy en el mejor momento de mi vida en el peor momento del país. Tengo 22 años, una licenciatura, otra en proceso, una maestría por la mitad y un año casada con el mejor hombre, ¿qué más puedo pedir? ¿Un hijo? Calma, para eso todavía falta.

Mi nombre es Elvimar Yamarthee y, a pesar de todo lo que nombré arriba, aún amo a los Jonas Brothers y espero que algún día recapaciten y se unan de nuevo. No importa cuántos años pasen, sigo siendo la Chica Jonas para la mayoría de mis amigos. Aquí va un consejo: si realmente les gusta algo, no permitan que nadie los haga ocultarlo. Yo me he llevado muchos malos comentarios por mi amor hacia ellos, pero esa gente vive de apariencias, yo no. ¡Por Dios santo, me casé a los 21 años, cuando todos creían que estaba embarazada! ¿En serio creen que me importa lo que me digan por mi banda favorita?

Por años omití mi nombre aquí porque no quería que asociaran lugares conmigo, pero luego me di cuenta de que el 97% de las personas que me leen son conocidas, así que solo estaba siendo ridícula. Tal vez ‘’La Jonatica Universitaria’’ no sea el nombre más apropiado para mí ahora, pero siempre me gustó así que, por ahora, se queda.

Espero seguir teniendo la inspiración que me hizo volver y dedicarme a renovar los espacios de este blog que ha documentado mis inicios en el mundo adulto. ¡Lo creé hace 6 años ya! Leí unas cosas hace unos días y de verdad me siento orgullosa de todo lo que ha pasado.

Quisiera leer algunas impresiones, así que siéntanse libres de comentar por cualquier vía. Saludos.