Cambios.

21.09.2013 00:36

A veces era increíble cuánto habían cambiado las cosas desde el pasado Julio.

Mis amigos tenían parejas, salientes, amigos con beneficios y personas que les gustaban y a los que les gustaban, pero no hacían nada, era un mundo de locos.

No era de las que tenía mil pretendientes, pero todo eso había dado un giro de 180° desde que mi confianza había aumentado (confianza = autoestima).

William y yo habíamos terminado hacía unos seis meses, él se había perdido de la faz de la tierra y ahora regresaba con la intención de que todo volviera a ser igual, intención que yo no compartía. Creía que nuestra relación había sido una prueba, algo que debía vivir al menos una vez y tener el valor de terminarlo antes de que se convirtiera en una relación enfermiza.

Había tenido una charla algo profunda con él hacía unos días y le había dejado bien en claro que no podía volver con él, tal vez él fuera el mismo, pero algo había cambiado en la ecuación: yo.

No era la misma que él conoció hace casi dos años, no era la misma que suspiraba cada vez que le llegaba un mensaje, no era la misma que se dejaba llevar por la situación sin intervenir u opinar…  Había ‘’mudado’’ esa piel hacía mucho, pero él no se había dado cuenta porque no había estado lo suficiente con esta nueva yo para notarlo.

Con mi nueva y reluciente piel tenía muchos más conocidos, era más sociable, me había abierto al mundo real. Ya me consideraba a mí misma como universitaria, había dejado las conductas ‘’liceístas’’ y le daba un enfoque más maduro a mis decisiones, aunque a veces flaqueara un poco, pero era solo mi forma de expresar el estrés acumulado.

¿Qué era lo que todos veían nuevo en mí? Yo solo notaba el cambio en mi ropa, ahora me atrevía a usar cosas más cortas y más anchas, aún tenía detalles con la ropa ajustada, pero no la descartaba del todo. Tal vez sonreía más, tal vez llevaba el cabello suelto por más tiempo (a pesar de tener un calor atroz) o tan solo era una mezcla de todo, no sabía qué era, pero estaba funcionando.

Pasando a otros temas, mi semana fue algo ajetreada, muchas evaluaciones y muy poco tiempo para estudiar, pero fue productiva.

Elite:

Mi profesor de práctica profesional I había decidido que ya era tiempo de enfrentarnos a la carrera y nos asignó un libro de Gabriel García Márquez y uno de Pablo Neruda, libros que debían ser expuestos en clase. Pero no era una exposición cualquiera, debíamos hacer un comentario sobre lo que habíamos leído, más que solo dar un resumen, no era tan sencillo como se creía. Para fortuna de muchos y queja de pocos, el profesor estaba suspendido por problemas médicos y la exposición sería la siguiente semana.

Lingüística había entrado al salón a las 7:05am, lo que significaba un retraso excesivo. Como regla general, las clases comenzaban a las 7:00am pero la profesora en cuestión llegaba a la universidad a las 6:30am y a las 6:55am cerraba la puerta del salón, llegar a esa hora era, para ella, como si nos presentáramos 2 horas después. Justificando su ‘’retraso’’ inició un extenso taller divido en 2 partes que nos hizo voltear los bolsos buscando las guías que hacía tiempo no usábamos. Esperaba haber obtenido una buena nota.

Morfosintaxis I era mi materia favorita, o la segunda dependiendo de qué día me preguntaran, y con un examen nos había recibido. No sabíamos qué fibra habíamos tocado, pero aceptó darnos un breve repaso la clase anterior, aclarando dudas que ni recordaba tener.

Lógica… Oh, lógica, el dolor de cabeza para muchos y una experiencia única para otros tantos. Tautologías, fórmulas empíricas, contradicciones, eso no era nada del otro mundo, pero lo hacían parecer así.

Horance:

Informática básica era más de lo mismo, todo eso lo había visto en bachillerato, pero no estaba mal refrescar conocimientos. El profesor me recordaba a varios que me habían dado clase antes, era cordial y hablaba mucho y de muchas cosas, la forma en la que daba las clases era lo diferente. Él utilizaba a los estudiantes que dominaban tal o cual tema y les hacía preguntas para ayudarlo ese día, habíamos comenzado con Word y yo no había levantado mi mano, solo Aleska y ella transcribió un texto que todos debíamos copiar para comprobar agilidad, luego cambió colores, agregó columnas, copió y pegó textos… En momentos como ese es en donde te das cuenta cuán avanzada fue tu educación, ya que muchos ni siquiera sabían cómo ajustar el tamaño de la letra.

Ética era de otro mundo, las clases trataban sobre opinión personal y una que otra ley que debíamos tener siempre presente, a veces era angustiante, otras maravillosas, como siempre, dependiendo el día.

Oratoria y locución era impartida por la misma profesora que me había dado introducción, así que sabía su forma de trabajar y, de paso, casi la mitad habían visto la materia conmigo, así que muchos nos conocíamos.

Taller de redacción era la materia más esperada, me encantaba la idea de poder redactar noticias y que alguien más corrigiera mis fallas. En la clase de esta semana, la profesora estaba hablando sobre algunas experiencias con secciones pasadas, y mencionó el detalle de que, hacía poco más de tres semestres, había tenido una estudiante de letras entre sus filas. Jorge pateó mi silla y me miró a los ojos, debía escuchar lo que diría ya que ese era el meollo del asunto. El problema con nosotros era que, al escribir literatura o poesía, usábamos muchas palabras que no eran tan sencillas, nos expresábamos de forma tal que, cuando llegábamos a la parte importante, muchos dejaban de leernos solo por ser un escrito un tanto largo. Levanté mi mano y le comuniqué a la profesora sobre mi otra carrera, ella se sorprendió y expuse un punto que habíamos tratado en morfosintaxis, trataba sobre los conceptos tal cual. Habían profesores que preferían definiciones exactas con palabras poco usadas y que muchos no entendíamos, mientras que otros preferían que fueran las palabras más simples del mundo, pero que comprendiéramos qué significaba realmente, eso era todo. No me cansaba de agradecer a la Intercesión Divina por haber quedado en la sección de la Prof. Diana, era muy dulce y te hablaba en ‘’criollo’’, no se extendía en términos inentendibles, sino que contaba anécdotas y explicaba mientras tanto, para cerciorarse de que prestábamos atención lanzaba una frase al aire y debíamos responder la pregunta detrás de ella, era maravillosa.

Y seguía en la larga espera de la asignación de mi profesor de comunicación y comunidad. Primero sería mi profesor de sociología, después una profesora de humanismo, y ahora esperaban dos entrevistas más para contratar a uno nuevo… La eterna espera.

 

Los días son más cortos algunas veces, otras parecieran nunca acabar, todo depende de quién lo vea y en qué se enfoque.

 

Se despide, La Jonatica Universitaria